Los
herederos de una anciana que deja una fortuna considerable se reúnen a resolver quién llevará las cuentas hasta que termine el juicio de
sucesión (y por esos azares de la vida estoy también ahí). Son
tres hijas de la occisa, que además de ser imbéciles de alma
ignoran lo que es trabajar y que una vez despojadas por el tiempo de
sus estereotipados encantos fueron abandonadas también por sus
maridos, y dos de los nietos (mujer y varón; su padre, hermano oveja
negra de las susodichas, uno de los desaparecidos de la dictadura).
Una de las mujeres, chirrante y cirujeada, llena de
pintura, se postula como tesorera, dado que “tengo mucho tiempo
libre y siempre fui buena para las cuentas”.
pero después se fueron juntas a la marcha |
-Me
opongo -la interrumpe bruscamente otra, que no le va a la zaga en
desagrado.
-Por
qué -pregunta la interesada, llevándose la mano a los collares que
le doblegan el cuello-.
-No.
No lo voy a decir.
-Pero
por qué…
-No lo
voy a decir.
-Ay,
pero por qué… si no lo decís no podés oponerte…
-Pero
no lo voy a decir.
-Pero
por favor… entonces es como nada…
-No lo
voy a decir… no lo voy a decir…
-Pero
Pupée… -interviene otra cuyo apodo (: Nenuca) no tiene pelotudez
que envidiarle al de la nombrada–.
-Bueno,
lo voy a decir: vos hace tres años te cogiste a Esteban Dupuy Cané
en Punta del Este.
La
interpelada se toma un par de segundos para responder.
-¿Y?
-dice al fin con una sonrisa que le baila en los ojos.
-Que
antes me lo había cogido yo…
-¡Jah!
-estalla la wannabe tesorera- Si no me puedo coger a nadie que vos te
hayas cogido en Punta del Este me quedo completamente sin pijas.
Siguió
un pequeño escándalo de voces confusas donde sólo callaban,
azorados, los hijos del militante asesinado. Al final Pupée salió
humillada, y la usurpadora de pijas, tesorera.