martes, 10 de enero de 2017

se escucha en el cine - ¡nueva sección!

hoy: cuentos de la selva
   Ir solo al cine es una experiencia que me acompaña desde la adolescencia. Se modula en cada película, pero también en la sala, sus olores y colores, las butacas y en el hecho, tan característico de mi vida, de andar suelto. A esos estímulos recurrentes se suma uno tan irrepetible como cada título pero, al contrario de ellos, aleatorio e imprevisible: las conversaciones que se escuchan en la sala. Las define el momento de relax incomparable en el que ocurren, el de la espera conjunta para un disfrute más bien moderado, un momento que carece de la excitación que implica por ejemplo el preembarque de un vuelo (donde es fácil percibir una fibra exhibitoria, la tensión en la observación de los otros) o el ingreso a un concierto en gran escala (teñido de la excepcionalidad de destinar toda esa energía a participar en un acontecimiento colectivo). Eso les da un carácter extrañamente privado.
   Siempre que pesco una conversación me figuro a sus protagonistas, y alguna vez hasta esperé al final de la proyección para darme vuelta y ver sus rostros. Una y otra vez yerro en variables tan básicas como edad, estilo, grupo de pertenencia social. Éstas eran dos ancianas:
   -Hace poco volví a leer la novela ésa de tu amigo.
   -Cuál...
   -Ya sabés cuál.
   -La de la selva.
   -Obvio. La que cuenta la historia de ustedes.
   -¿Qué historia decís?
   -La de ustedes dos en ese viaje.
   -Ah... sí.
   -Ese hombre sí que te amo eh.
   -Sí, puede ser.
   -Es precioso ese libro.
   -Pero yo te amo a vos.
   -Ya sé.

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